En Argentina, el de primera dama no es un cargo oficial, sino protocolar; no está contemplado en la Constitución Nacional ni cuenta con marco legal.
El repaso histórico arranca con Juana del Pino, esposa de Bernardino Rivadavia, un presidente temprano, y Encarnación Ezcurra, si se considera a Juan Manuel de Rosas como el equivalente a un presidente de su tiempo por las funciones que desempeñaba. Desde1853 a la fecha hubo 34 presidentes constitucionales en el país, de los cuales sólo cinco repitieron mandato.
Hubo algunas etapas sin primera dama: la presidencia de Sarmiento —estaba separado de su mujer—, los dos períodos presidenciales de Hipólito Yrigoyen —era soltero—; y, por viudez, el segundo mandato de Roca, parte de la presidencia de Roberto Marcelino Ortiz y la segunda presidencia de Juan Domingo Perón. Más acá en el tiempo, el interregno de María Estela Martínez de Perón; la mayor parte de la década menemista; el período presidencial de Néstor Kirchner —Cristina Fernández rechazó el título— y los dos mandatos de su sucesora, que registran un “primer caballero” hasta 2010.
La cuenta constitucional comienza con los dos presidentes de la Confederación Argentina: Justo José de Urquiza y Santiago Derqui, y dos primeras damas de bajo perfil. Dolores Costa, esposa del primero, y Modesta García de Cossio, cónyuge de Derqui.
Luego de la reunificación nacional, los seis presidentes que siguieron fueron: Bartolomé Mitre, Domingo F. Sarmiento, Nicolás Avellaneda, Julio A. Roca, Miguel Juárez Celman y Carlos Pellegrini. Todos ellos —salvo Sarmiento— tuvieron matrimonios bien avenidos y, en general, sus respectivas consortes se comportaron de acuerdo a los cánones de la época como damas honorables, educadas para secundar al esposo desde un segundo plano. Su misión era, en lo posible, pasar desapercibidas.
Ese fue el caso de Delfina Vedia de Mitre, Carmen Nóbrega de Avellaneda, Clara y Elisa Funes —las hermanas cordobesas casadas con Julio A. Roca y Miguel Juárez Celman, respectivamente— y Carolina Lagos García, la esposa del “Gringo” Pellegrini. Todas ellas cumplieron a satisfacción el rol que se adjudicaba a las primeras damas, y ninguna se extralimitó ni invadió los espacios del poder masculino.
A los nombrados le siguieron Luis Sáenz Peña, José Evaristo Uriburu, otra vez Roca, Manuel Quintana, José Figueroa Alcorta, Roque Sáenz Peña y Victorino de la Plaza, el último mandatario de la saga conservadora del Partido Autonomista Nacional (P.A.N.). La situación de la mujer no varió demasiado, ni tampoco el rol de las primeras damas que —como se esperaba de ellas— guardaron el debido decoro.
Entre 1916 y 1930 fue el tiempo de presidentes radicales: Hipólito Yrigoyen y Marcelo T. de Alvear. Por distintas razones, ambos rompieron el molde tradicional. La gran novedad de las presidencias de Yrigoyen fue que no hubo primera dama, al menos de modo oficial; durante su segundo mandato su hija Elena hizo de asistente. Alvear, por su parte, buscó esposa lejos de la Argentina, en Europa, para convertir a la cantante lírica portuguesa Regina Pacini en primera dama. Durante la llamada Década infame, las primeras damas fueron Ana Encarnación Bernal Harris, esposa de Agustín P. Justo; María Luisa Iribarne de Ortiz, y María Delia Luzuriaga de Castillo, todas ajustadas al molde de su tiempo.
El advenimiento del peronismo trocó el bajo perfil de la primera dama por presencia activa, tal el caso de Eva Duarte, quien, pese a no ejercer cargos públicos, compartió la centralidad política durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón, entre 1946 y 1952. Durante su segunda presidencia, interrumpida por el golpe de 1955, no hubo primera dama.
En la época posperonista las primeras damas mantuvieron el recato de antaño, tal el caso de Elena Faggionato de Frondizi y Silvia Martorell de Illia, esposas de los dos presidentes civiles de cuño radical, destituidos por sendos golpes de Estado. En 1973, el retorno del peronismo al poder reinstaló a la primera dama en la escena pública: la vicepresidenta María Estela Martínez, tercera esposa de Perón, tras la muerte de su marido, ocupó la presidencia entre 1974 y 1976.
María Lorenza Barreneche fue la primera dama durante el mandato de Raúl Alfonsín, retomando el bajo perfil de las presidencias radicales anteriores. En 1989 fue el turno de Zulema Yoma, la esposa de Carlos Menem, quien, en medio de continuos desaguisados conyugales, fue expulsada de la residencia de Olivos junto a sus hijos por disposición del primer mandatario. Pasada la tormenta, le tocó a Zulemita, la hija de la pareja, reemplazar a su madre en giras y ceremonias oficiales. En el turno siguiente, Inés Pertiné recobró el perfil tradicional de la figura de primera dama durante los dos años que duró el mandato de su marido, Fernando De la Rúa.
Entre 2001 y 2015 el peronismo volvió a gobernar el país. Las esposas de los dos primeros presidentes de ese período, Hilda “Chiche” Duhalde y Cristina Fernández de Kirchner, tuvieron alta presencia pública, ambas con trayectoria política. La segunda ejerció la presidencia durante dos mandatos consecutivos, entre 2007 y 2015. Durante la presidencia de Mauricio Macri, la primera dama fue Juliana Awada, tercera esposa del primer mandatario. Desde 2019 es Fabiola Yañez, pareja del presidente Alberto Fernández.
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