Que el transporte urbano de pasajeros en la ciudad de Córdoba no funcionó satisfactoriamente a lo largo de la historia, lo sabe todo el mundo. Las causas del problema son diversas: ineficiencia de los empresarios, incapacidad del municipio, conflictividad gremial, extensión y topografía de la ciudad, ausencia de medios alternativos de transporte masivo, etcétera.
Los usuarios siguen siendo las víctimas de un sistema que no funciona adecuadamente y, lo que es más grave aún, parece no haber tocado fondo. La última gran frustración en la materia fue el promocionado cambio que debía operarse en el año 2000 y que jamás se concretó; meses más tarde, el descalabro económico del país y las malas decisiones sumergieron aún más los restos del viejo sistema y lo empujaron a la crisis terminal que hoy atraviesa.
La solución existe y se visualiza mejor si se aparta la costra política y la maraña de intereses que lo rodea, de modo que se advierta claramente que se trata de un problema de capacidad de gestión.
El aumento tan temido
El aumento del precio del boleto en ciernes tampoco representará una solución. Por la complejidad del problema, no se traducirá necesariamente en un mejor servicio si no se atacan los males de fondo y se establecen reglas claras a ser acatadas por todas las partes involucradas. Sin este requisito, el aumento será sólo un nuevo golpe al bolsillo de los sufridos usuarios del sistema.
Los transportistas argumentan que el precio del boleto quedó rezagado frente al incremento registrado en los costos de explotación, particularmente en rubros como gasoil y neumáticos. Los usuarios replican que los sueldos están congelados y que los actuales 80 centavos son excesivos para la bajísima calidad del servicio que soportan, a lo cual los primeros responden que mal pueden mejorar el servicio si no cubren sus costos y, una vez más, amenazan con no poder sacar los coches a la calle.
Por su parte, los choferes reclaman una solución razonable para los trabajadores que fueron expulsados del sistema por el cierre y desaparición de empresas, que dejaron como saldo 553 choferes subsidiados por el municipio y casi 900 trabajadores también a cargo de la Municipalidad en la llamada Tamse, una seudo empresa municipal que opera los corredores Rojo y Verde.
La Tamse surgió para cubrir una contingencia; sin embargo, su existencia agrava aún más el problema, toda vez que el Municipio vuelve a tener a su cargo una parte de la operación del sistema, función que no le corresponde y que le acarrea costos adicionales.
Las claves de la solución
Está claro que las soluciones tipo “parche” sólo traen mayores infortunios a los usuarios, del mismo modo que la improvisación o las recetas mágicas no hacen más que agravar la de por sí caótica situación del transporte. Tampoco puede soñarse, al menos por ahora, con medios alternativos de transporte masivo que requieren de inversiones que están fuera de las posibilidades de la ciudad.
Ahora bien, frente a tan desolador panorama, la pregunta obligada es: ¿puede Córdoba tener un sistema de transporte autosustentable? ¿Cuál es el precio del boleto necesario para cubrir los costos reales, la reinversión y el margen de ganancia? ¿Puede el público pagarlo? Algunos proponen que el Municipio se haga cargo, vía subsidio, de una parte del precio del boleto, pero sería una forma indirecta de trasladar dicho costo al conjunto de los contribuyentes, ya que las finanzas municipales hoy no están en condiciones de asumirlo; téngase en cuenta que un subsidio, por ejemplo de 20 centavos, representaría un costo mensual de alrededor de dos millones de pesos.
Sin embargo, el municipio actualmente subsidia al sistema de diversas formas, restando recursos a otras prioridades.
Como sea, lo primero es analizar descarnadamente y a la luz del día la ecuación económica y establecer el verdadero precio de equilibrio. Este camino exige revisar minuciosamente la minuta de costos y la famosa relación pasajero-kilómetro recorrido, un viejo caballito de batalla de los transportistas a la hora de reclamar aumentos.
Los transportistas sostienen que dicha relación debiera ser de aproximadamente 3,5 pasajeros por kilómetro recorrido para que el sistema sea rentable, mientras que en Córdoba rondaría los 2,5. Si bien este es un parámetro válido para el análisis, no es el único, y, por otra parte, el cálculo debe hacerse contemplando el volumen de pasajeros perdido por el sistema, que en menos de dos años fue de más de 100 mil por día.
Paralelamente, se debe responder a la emergencia incorporando nuevas unidades para mejorar las frecuencias y poner en actividad a los choferes parados, pero esta inversión debe correr por cuenta de las empresas, no del municipio.
La reconstrucción del sistema sobre bases serias, racionales y sustentables requiere, en primer lugar, de empresas serias y eficientes. A la fecha sólo dos (Coniferal y Ciudad de Córdoba) sobreviven de una larga lista de empresas que sucumbieron a lo largo del tiempo. La 12 de Octubre, Manuel Belgrano, Independencia, y más recientemente Docta, Konfort, Siglo 21, Zona Bus y Corredores Viales son sólo algunos nombres de las tantas empresas que desaparecieron no sin dejar como saldo trabajadores en la calle y deudas por doquier.
De la responsabilidad de los empresarios del sector, podría escribirse un capítulo aparte, pero en honor a la brevedad, lo dejaremos para mejor ocasión. Se requiere de empresarios idóneos y responsables para no volver a caer en manos de aventureros y amantes de la plata fácil.
La otra condición es que el Estado municipal recupere y ejerza con firmeza y capacidad el rol de regulador y contralor del sistema, cosa que tampoco ocurrió en las últimas décadas.
Los taxis y remises, que tampoco están satisfechos con la situación actual, no pueden quedar al margen de una solución integral al problema del transporte. Los remises, un subproducto del desempleo, tienen derecho a trabajar, igual que los taxis, históricos prestadores del servicio, y aún los llamados “cospeleros”, pero todos dentro de la ley y debidamente controlados. De otro modo se rompería el necesario equilibrio que debe existir entre todas las partes del sistema.
Dejar la demagogia de lado
La solución propuesta puede no ser rimbombante, pero corresponde alertar que las “soluciones novedosas” pero poco realistas suelen conducir a nuevas frustraciones.
En un tema tan sensible como el del transporte no se debe caer en tentaciones demagógicas, debe hablarse con la verdad: el tema es por demás complejo, pero tiene solución. Dicha solución pasa por recrear las bases de un sistema fuerte y sano y no por caotizarlo o degradarlo aún más de lo que está, poniendo en riesgo lo poco que queda del mismo.
Para acertar con la solución se debe partir de un buen diagnóstico y, fundamentalmente, persistir en la acción reparadora, poniendo toda la fuerza y capacidad política del Estado municipal al servicio de dicha solución.
No hay ninguna razón para que Córdoba, la segunda ciudad de la Argentina, no tenga un sistema de transporte público como lo hay en cualquier ciudad del mundo, donde los ómnibus son parte del paisaje urbano y funcionan como debe ser.
Comments